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Mostrando las entradas de febrero 2, 2018

«En España hay dos tabúes, dos temas que asustan, la muerte y Dios. Y hay que poder hablar de eso» Pablo J. Ginés/ReL2 febrero 2018

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El director de teatro  Juan Carlos Pérez de la Fuente  es una de las grandes figuras del teatro español actual.  Ha sido director del Centro Dramático Nacional y del Teatro español,  ha versionado las  Confesiones  de San Agustín, ha dirigido obras de Calderón como  La Vida es Sueño  y  El Mágico Prodigioso , o de Buero Vallejo, como  Historia de una Escalera o La Fundación . Ahora dirige a  la actriz Yolanda Ulloa en   Óscar o la felicidad de existir   , en la Sala Arapiles 16 de Madrid. Oscar es  un niño con cáncer, que escribe cartas a Dios. “Dios merece la pena ”, dice el dramaturgo a ReL. “Buscar a Dios es una aventura mística que vale la pena.  En España hay que recordar que Dios no es ni de izquierdas ni derechas, que está por encima, que es bueno, necesario  y positivo, que no te reprime. En Francia se puede hablar de Dios con libertad y aquí te miran raro”. Hablando de Dios con Delibes y Buero Vallejo Ya le pasó hace bastantes años, cuando era vicepresidente de la

La Pasión del Cura Brochero - Norma para un Cura Santo - por Pbro. Leandro Bonnin

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La figura de José Gabriel del Rosario Brochero, como la de tantos santos y santas, es enormemente rica en matices. No sólo porque ellos llevan en sí la complejidad de la existencia humana, sino también porque en ellos se manifiesta –con transparencia- el Misterio de Jesucristo. En mi reciente visita a la Villa del Tránsito, en la nave de la Iglesia donde él tantas veces celebró y predicó, les hacía a los 60 peregrinos con los que llegamos hasta su tumba como una síntesis rapidita y de memoria de lo que más me impresionaba. 1. En primer lugar –comenzando por lo exterior- les destacaba su celo apostólico y su preocupación por salvar almas para Cristo, por encima de todo. Esa preocupación –que era en él como un “fuego devorador”- lo llevó a emprender innumerables obras y sobre todo lo impulsó a realizar su más grande proeza apostólica: la Casa de Ejercicios, donde -de a centenares- gauchos de toda la región se encontraban con Dios y cambiaban de vida.  Él podía decir como Pablo