«En España hay dos tabúes, dos temas que asustan, la muerte y Dios. Y hay que poder hablar de eso» Pablo J. Ginés/ReL2 febrero 2018


«En España hay dos tabúes, dos temas que asustan, la muerte y Dios. Y hay que poder hablar de eso»

El director de teatro Juan Carlos Pérez de la Fuente es una de las grandes figuras del teatro español actual. Ha sido director del Centro Dramático Nacional y del Teatro español, ha versionado las Confesiones de San Agustín, ha dirigido obras de Calderón como La Vida es Sueño El Mágico Prodigioso, o de Buero Vallejo, como Historia de una Escalera o La Fundación. Ahora dirige a la actriz Yolanda Ulloa en  Óscar o la felicidad de existir , en la Sala Arapiles 16 de Madrid.

Oscar es un niño con cáncer, que escribe cartas a Dios. “Dios merece la pena”, dice el dramaturgo a ReL. “Buscar a Dios es una aventura mística que vale la pena. En España hay que recordar que Dios no es ni de izquierdas ni derechas, que está por encima, que es bueno, necesario y positivo, que no te reprime. En Francia se puede hablar de Dios con libertad y aquí te miran raro”.



Hablando de Dios con Delibes y Buero Vallejo
Ya le pasó hace bastantes años, cuando era vicepresidente de la Asociación de Directores de Escena, en cierto encuentro público con el novelista Miguel Delibes y el gran autor teatral Buero Vallejo.

Les pregunté por Dios. La gente me miraba con cara de ‘qué pregunta éste’. Y Delibes respondió: ‘Me gustaría mantenerme al final de mi vida en lo que recibí como herencia de mis padres, mi fe, la Iglesia, en ese camino, y que al final de mis días Él me agarrara de la mano y me dijera ‘descansa, aquí estoy’”. Y Buero Vallejo, con tanta fama de escéptico, me dijo: ‘los lunes, miércoles y viernes, Dios existe; y los jueves y algún domingo... mmm, bueno, es un lío, pero hay debate’." Y Juan Carlos Pérez sentencia: "Donde hay debate, hay vida”.

- ¿Cómo es que dirige usted Oscar o la felicidad de existir? Es una historia de 2003, ya se hizo una película en 2009...
- Oscar llegó a mi vida hace 13 años. Ya la monté en 2005. Y ahora me llamaron de la UNIR y me dijeron: “Nos gustaría que volvieras a por ella”. Y pensé en algunos cambios, como bajar la edad de Mami Rosa, o darle más energía. Al autor original, Eric Emmanuel-Schmitt, le parecieron bien los cambios.

- Mami Rosa es una voluntaria que acompaña a Oscar, el niño enfermo... pero quizá hoy le darían al niño más bien una tablet o una pantalla...
- Jamás una máquina suplantará al ser humano. En esta obra, como en las otras dos de Schmitt de su trilogía espiritual, vemos siempre un maestro, un adulto, que enseña a un niño. Un programa no puede sustituirlo.

- O sea, un maestro y un discípulo, como en Star Wars...
- Como en Star Wars y en otras grandes historias. Porque se trata de educar al alma.

- A nivel técnico, ¿cuáles han sido los retos de la obra? 
- El gran reto era encontrar una actriz que tiene que representar, ella sola, los 2 personajes principales y otros 8 más. Eso lo consigue Yolanda Ulloa. Es una técnica teatral nueva. Son caminos emocionalmente complejos, a veces con humor...



Yolanda Ulloa representa a Óscar, y a Mami Rosa, y a los otros niños, y al doctor...

- Es una obra con una sola actriz...
- Fíjate que la película de 2009, que está bien, tiene actores, escenarios, tiene lo habitual. Pero esto es teatro, es distinto. Mami Rosa invita a Oscar a imaginar una y otra vez: y eso mismo hacemos nosotros, hacemos imaginar. Y al imaginar, reflexionar sobre la realidad.

- El Salmo 89 pide a Dios: "Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato...” ¿Qué tal se le da eso a nuestra cultura?
- Todos, a partir de cierta edad, nos damos cuenta de que nuestros años pasan cada vez más deprisa. También se nota eso en la obra. Pero hay reflexiones sabias en la ancianidad. Al niño le piden imaginar que cada día envejece 10 años. Le hablan de una planta del desierto, que nace por la mañana y muere al acabar el día. Todos nos vamos a morir, pero esto nos hace pensar en la muerte. El niño dice: ‘En realidad lo que me da miedo no es morir, sino perder a la gente que quiero’. ‘Claro, es normal’, le dice Mami Rosa. Yo mismo he reflexionado con esta obra estos meses. Mi madre murió hace un par de años, mi padre ha tenido un derrame cerebral grave. La muerte te pone en contacto con este conflicto vital. En España hay dos tabúes, dos temas que asustan: la muerte y Dios.Y hay que poder hablar de eso. Si es "La muerte de un viajante", les vale, pero si es la muerte natural de un niño con cáncer, se asustan.

- ¿Qué pensaría el público de Cervantes o Calderón de una obra así, si la lleváramos al Siglo de Oro? 
- Era una época de crisis, y también, por eso, de creatividad y soluciones. En esa época sabían todos que la muerte llega y hay que desprenderse. Pero la muerte de un hijo siempre ha sido compleja, un padre puede asustarse al ver que su hijo va a morir: ¿cómo tratarlo, como hablarle? Quizá no hay que hablar tanto, sino mostrar amor. Mi padre está medio paralizado, pero siente nuestro amor a través del tacto, de la piel. Por otra parte, creo que Calderón y Lope apreciarían que esta obra es puro teatro, Schmitt es un auténtico autor de teatro.



- Hay un momento, en la escena de la capilla, en que aparece una cruz de líneas curvas muy parecida a la que usaba Juan Pablo II, que a veces usa también Francisco... 
- Esa cruz la diseñé yo. Hay dos conceptos en el decorado: el concepto “reciclaje” (con esas cajas, palets, etc...) y el concepto "retablo". La pared, con sus números, es como un retablo de iglesia, con sus simetrías. Hay 14 números... que son precisamente las 14 estaciones del viacrucis. Y en ese retablo hay números, matemática. La ciencia y la fe son parte de la vida, como el arte, son una cosa. Y sí, las cruces de las columnas de la sala se inspiran en el báculo del Papa. Mami Rosa describe a un Cristo muy español, muy realista, ensangrentado, "está delgaducho", dice. Pero lo mostramos como una línea de luz simple. Aunque hay dolor, la muerte no tiene por qué ser oscura, negativa.



- El niño adquiere sabiduría en su ancianidad...
- Sí, pero es una ancianidad a la que llega tras toda una curva emocional. Por cierto, que últimamente hay amigos que se animan a traer niños a la obra, es como un experimento. Uno de 8 años dijo hace unos días a su madre: “Esto que me cuentan me gusta, no me lleves a ver Caperucita, mamá”.

- Más allá de la sabiduría adquirida, el niño tiene una experiencia mística, en un amanecer...
- El autor nació en los años 60. Una crisis vivencial lo hizo viajar al desierto y allí tuvo una revelación, una experiencia mística. [Lo explicó con detalle aquí]. Dios no es de izquierda ni de derecha, es bueno, es positivo, no te reprime. Es la armonía entre ancianidad y niñez, y la del ser humano con la naturaleza. El niño vive eso en ese amanecer que vence a la noche.

- ¿Cómo es la relación de usted con Dios? 
- Yo me eduqué católico, en los escolapios. Pero fíjate que San Agustín, después de su encuentro con Dios, dice: “Ese encuentro ha de ser cada día”. Así que tengo miedo de acomodarme, de instalarme. La vida es un caminar iniciático. Cuando entro a rezar en una iglesia le pido a Dios: “sigue ayudándome a buscarte”. A mí me atraen personajes como Unamuno, con sus contradicciones y dudas, pero en ese camino.

- Habrá lectores que tengan miedo de que “Oscar o la felicidad de existir” pueda ser una obra “aleccionadora” o “adoctrinadora”...
- La obra no alecciona. Pero formula preguntas. En Francia no hay problema, no tienen miedo a que se hable de Dios. Igual que no les da vergüenza hablar de la Patria. Yo ya tengo casi 59 años, soy una persona libre en mi profesión, en lo que pienso, que sigue en búsqueda. Que no me digan que Dios es de derechas. Que se vayan a África, allí no hay izquierdas ni derechas. Dios está por encima de todo eso.

- ¿Tenemos auto-odio cultural los españoles? Pienso en esas películas de tema histórico que hacemos en la que los españoles somos siempre malos, tontos, crueles... 
- Napoleón decía: "deja a los españoles tranquilos, que entre ellos se matan". Los peores enemigos de los españoles somos los españoles. Ahora que Inglaterra se va de la Unión Europea y Shakespeare queda fuera, nuestros europarlamentarios deberían decir que somos la primera potencia cultural de la UE, por nuestra historia.

»Fíjate en la teleserie sobre la Reina Isabel la Católica: la seguía todo el mundo. Estamos sedientos de nuestra historia. De Cisneros, por su aniversario, tendrían que hacer una serie. Las vidas de Lope y Cervantes deberían estar en teatro. Y debería haber una teleserie sobre el  barrio de las letras, un barrio con tanto literatos, pintores, músicos por metro cuadrado lo merece. Si lo tuvieran en Londres ya lo habrían hecho. Y sobre Espronceda, o Larra. Y las generaciones del 27 y la del 98. En el 98 es cuando nace la herida del nacionalismo. Y sobre la Transición. Hay muchísimos temas posibles.



- Albert Boadella a veces habla de que la liturgia, la religión, tiene muchos elementos del teatro... 
- Sí, creo que también dijo que una vez entró en una iglesia, escuchó que cantaban “Yo tengo un gozo en el alma” y dijo, enfadado, “esto es un cachondeo”. Pero sí, el teatro es rito y ceremonia y un adentrarse en el misterio, también desde lo cotidiano.

- ¿Cómo puede la Iglesia usar el teatro?
- Oscar o la felicidad de existir es un ejemplo de la fuerza del teatro para adentrarse en estos misterios, la fe, la vida, Dios. Hace poco una diócesis me planteó crear un auto sacramental sobre unos mártires de la época romana. Está en proyecto, falta terminar de concretarlo. Oscar o la felicidad de existir está en la Sala Arapiles 16 por deseo de la UNIR (www.unir.net), una universidad online que apuesta por este teatro, digamos, de formato pequeño. No es algo que nos sobre en España y es admirable que una universidad se salga de la tiranía del mercado y apoye algo así. 
 

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