La Iglesia necesita testimonios diarios del Evangelio
(ZENIT – Roma, 22 Abr. 2017).- El santo padre Francisco llegó este sábado por la tarde a la Isla Tiberina, en medio del río que cruza la ciudad de Roma, en donde se encuentra la antigua basílica de San Bartolomé. El Papa quiso rendir su homenaje a los mártires del siglo XX y XXI, en este santuario que recuerda la memoria de los cristianos asesinados por odio a la fe.
La entrada del Papa en la explanada fue festiva, en medio del entusiasmo de tantas personas, entre las cuales los jóvenes y niños de las ‘Escuelas de la Paz’. Muchos niños le entregaron cartas y dibujos. Su ingreso en la basílica en cambio fue marcada por la solemnidad, y una vez llegado delante del ícono del altar principal, que recuerda a los nuevos mártires, el Santo Padre rezó algunos instantes en silencio.
El fundador de la Comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi dirigió unas sentidas palabras, agradeciéndole el “haber venido como peregrino al santuario de los nuevos mártires” recordando que hoy es “el aniversario del secuestro” de dos obispos de Aleppo, “quienes rezaron en esta iglesia”. Templo querido por San Juan Pablo II, que “custodia la memoria de los mártires católicos, ortodoxos, anglicanos y evangélicos unidos en la sangre derramada por Jesús”.
Le siguieron lecturas intercaladas por tres testimonios. El primero fue Karl, hijo de Paul Schneider, pastor de la Iglesia Reformada, asesinado en 1939 en el campo de Buchenwald porque había denunciado que el nazismo tenía objetivos “irreconciliable con el mensaje de la Biblia”.
Después de otra lectura, Roselyne, hermana del sacerdote francés Jacques Hamel, asesinado el 26 de julio de 2016 por milicianos del Isis recordó la paradoja de quien nunca quiso ser protagonista y que en cambio dio un testimonio a todo el mundo. Señaló que los musulmanes se reunieron para rendirle homenaje y del sentimiento que despertó en Francia.
El tercer testimonio fue de Francisco Hernández Guevara, amigo de William Quijano, un joven de San Egidio en El Salvador, asesinado en septiembre de 2009, empeñado con las Escuelas de la Paz que ofrecía a los jóvenes una alternativa a las pandillas o marras. “Su culpa fue soñar un mundo sin violencia”, y hablar a todos de su sueño. Nunca hablaba de venganza contra las pandillas sino en un cambio de mentalidad a partir de los niños.
El incienso y cantos polifónicos fueron parte de la liturgia, en la que el papa vestido de blanco uso una estola roja de un prelado mártir.
“Hemos venido como peregrinos –dijo el Sucesor de Pedro– en esta basílica de San Bartolomé en la Isla Tiberina, donde la historia antigua del martirio se une a la memoria de los nuevos mártires, de tantos cristianos asesinados por las absurdas ideologías del siglo pasado, y asesinados porque eran discípulos de Jesús”.
Cuantas veces se oyó decir que ‘la patria necesita héroes’, dijo el Papa, y precisó entretanto que sobre todo que la iglesia necesita son “mártires, testimonios, santos de todos los días que llevan la vida ordinaria adelante con coherencia, pero también de quienes tienen el coraje de aceptar la gracia de ser testimonios hasta el final, hasta la muerte”. “Ellos son agraciados por Dios”, y “sin ellos la Iglesia no puede ir hacia adelante”.
El Papa quiso recordar “a una mujer, no sé el nombre pero nos mira desde el cielo”. Supo de ella en su viaje a Lesbos cuando el marido con tres niños le dijo: “Soy musulmán, mi esposa era cristiana, vinieron los terroristas nos pidieron la religión y a ella con su crucifijo, le pidieron de tirarlo. Ella no lo hizo y la degollaron delante de mi. Nos queríamos tanto”. Y Francisco concluyó este relato indicando: “Esto es un ícono que traigo como regalo aquí”.
El santo padre indicó además que “recordar a estos testimonios de la fe y rezar en este lugar es un gran don, para la Comunidad de San Egidio, para la Iglesia en Roma, todas las comunidades de esta ciudad y para los peregrinos”.
Podemos rezar así, concluyó el Papa: “Oh Señor, vuélvenos testimonios dignos del Evangelio y de tu amor; infunde tu misericordia sobre la humanidad; renueva a tu Iglesia, protege a los cristianos perseguidos, concede rápido paz al mundo entero”.
A continuación el Papa pasó por las seis diversas capillas, iniciando por la de las víctimas del nazismo, pasado por la de América Latina, encendiendo una vela en cada una de ellas, y concluyendo en la de los martirizados por el comunismo.
Se rezó también “para que sea desarmada la violencia blasfema de quien asesina en nombre de Dios”.
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