Meditación para el Viernes Santo: enséñame, mi Señor…

¡Quiero, oh Cordero inmolado, que mi sangre se mezcle con la tuya en la Santa Cruz! ¡Por eso pido al Espíritu Santo que me capacite para el amor, para seguirte siempre, para imitarte siempre.
Por el padre Miguel José Cano (sacerdote diocesano de Jaén - España)
¡Jesús, permíteme acompañarte y enséñame a servir con amor, sin caretas ni prejuicios! Das cada gota de tu sangre por salvarme y, ¡cuánto me cuesta a mí responder siempre con amor! ¡Enséñame, Señor, a amar como Tú amas, a dar mi vida como Tú la das, a entregarme como lo haces Tú!
¡Qué gran enseñanza la tuya, Maestro, porque me doy cuenta de las veces que me agobio cuando no salen los planes como estaban previstos! ¡Enséñame a ser obediente hasta la muerte, confiando en la voluntad del Padre! ¡Déjame acompañarte en los momentos de soledad, dolor y agonía! Sí, ya sabes que me distraigo y quedo dormido. ¡María, acompáñame, enséñame a orar desde el corazón!
¡Enséñame a ser santo, a obrar por amor, a caminar hasta llegar al Paraíso! ¡Quiero seguir tu ejemplo, Cristo mío, quiero seguir tus huellas! ¡Quiero, oh Cordero inmolado, que mi sangre se mezcle con la que tuya en la Santa Cruz! ¡Por eso pido al Espíritu Santo que me capacite para el amor, para seguirte siempre, para imitarte siempre, para vivir como Tú nos has enseñado, para ponerme siempre en manos del Padre Creador! ¡Que sienta de verdad que tu muerte me da la libertad, la vida! ¡Quiero ser santo y hacer de mi vida una vida auténtica, de verdadero discípulo! ¡Hazme entender que el dolor y el sufrimiento no son cosas estériles sino que me unen más a Ti cada día! ¡Y te pido en este día por la humanidad entera, por mi familia y mis amigos, por la Iglesia, por tu pueblo santo, por la unidad de los cristianos, por los que no creen, por los gobernantes, por los enfermos, por los atribulados!
¡Ábrenos los ojos y el corazón, guía cada una de nuestras palabras y nuestros pensamientos, dale sabiduría a cada una de nuestras acciones y decisiones, y repara en nosotros toda nuestra debilidad! ¡Te miro y no puedo más que darte infinitas gracias por tu amor infinito y generoso, por tu inagotable misericordia, por tu sangre derramada, por tu paz, por tus enseñanzas, por tu perdón, por tu paciencia!
¡Hoy, quiero vivir, experimentar, sentir, celebrar e interiorizar la grandeza del amor! ¡Alabarte y bendecirte en este día triste pero también lleno de esperanza! ¡Te pido, Señor, que me hagas pequeño y humilde, despojándome del orgullo y del egoísmo, para amar y perdonar a todos! Amén.


por Elena Fernández Andrés

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