¿Ser madre es un regalo o un derecho? por Luz Ivonne Ream
En esta vida te podrás arrepentir de muchas cosas menos de haber dedicado el tiempo a tus hijos y de haberles dado la vida
¡Estás embarazada! Qué sensación tan única se experimenta. Es una mezcla de sentimientos entre gozo, alegría y júbilo extrañamente mezclados con miedo, duda e incertidumbre. Para la mayoría de las mujeres es la noticia de noticias. Sobre todo, si ese bebé llega al seno de unos padres que lo esperan con toda la ilusión del mundo dentro de un matrimonio.
Claro que si no llega a ese su “ambiente idóneo” no significa que el estar embarazada sea una tragedia. Al contrario, un bebé siempre será una gran bendición.
Sencillamente piensa, ¿qué maravillas vio Dios en mí para confiarme a uno de los suyos? Porque de entre millones de mujeres en el mundo te eligió precisamente a ti para ser madre de esos pequeños. No escogió a nadie más que a ti. ¿Te das cuenta del enorme privilegio?
Sin duda alguna unos de los placeres más grandes que sentimos las mujeres es escuchar por primera vez la palabra “mamá”. Y qué tal cuando nos la dicen en diminutivo “mami, mamita”. Bueno, cómo explico que el corazón se derrite y literal, los hijos nos sacan lo que quieren… ¡A poco no!
Y es que no me cansaré de repetir lo que para mí es una madre: “es un ser que es mitad persona y mitad ángel. De lo creado por Dios fue lo más bello y perfecto, tanto que Él mismo quiso nacer de una”.
¡Qué delicia es ser mamá! ¿Puede haber un placer más grande que cuando nos dicen lo orgullosos que se sienten de ser nuestros hijos? ¿Puede haber realización personal más considerable que el darnos cuenta de que gracias a nuestro tiempo y presencia hemos educado hombres y mujeres de bien? ¿Puede haber satisfacción más noble que cuando nuestros hijos nos dicen que nos admiran y que quieren ser como nosotros?
Aunque hay de todo en la viña del Señor. Hay mujeres que no ven este privilegio como una Gracia, sino como una carga que la sociedad les ha querido imponer y que atenta contra los derechos de sus cuerpos y su realización personal.
Hay otras que han tenido la fortuna de ser mamás y que le pagan a un tercero para que se los cuide porque entre sus prioridades de mujer no está el ser una madre presente y ejemplo para sus hijos. Sí, dije ejemplo porque los hijos no pueden imitar a alguien ausente.
Eso sí, llegan a casa por demás cansadas de sus actividades fuera del hogar y se ponen furiosas porque sus hijos no la obedecen o no les hacen caso. ¡Pues cómo! Si la autoridad no se puede ejercer a distancia (ojo, no me refiero a las mamás que deben trabajar por necesidad).
Otras mujercitas que mueren por ser mamás y simplemente no lo logran y acuden a tratamientos donde por medio de terceras herramientas manipulan la vida porque ellas piensan que el ser madres es su derecho.
Y están las otras mamás que, gracias a Dios, son la gran mayoría, que abrazan esta bendita vocación a la maternidad en su todo y ven en ella un regalo, un “don Divin”» y no un derecho.
La fertilidad es un regalo otorgado por Dios al hombre y a la mujer desde el inicio de la creación. El cuerpo de mujer es fuente de vida, de bendiciones infinitas. Es un don tan infinitamente grato a Dios que, como dijo san Bernardo, la maternidad es una de las coronas que Dios quiso concederle a María, su Madre. Y esa misma corona la portamos todas las mujeres que como María hemos dicho sí al don de la vida.
A ti que has tenido la fortuna de ser madre, te pregunto, ¿cómo estás respondiendo a tan gran don? Te gusta, como a todas nosotras, que te celebren el Día de las Madres. Por lo tanto, te invito a que esta fecha te sirva para recordarte lo que realmente estamos festejando. Pregúntate y respóndete de la manera más amorosa, sin juicio alguno, simplemente para que descubras todas tus bondades y áreas de oportunidad.
Honestamente, a mí como mamá, ¿qué hay que celebrarme?
¿Enseño a mis hijos a conocer, a amar, a honrar y a obedecer a Dios como Él lo merece?
¿Soy consciente de que antes de haber sido madre, fui esposa, por lo tanto, mis hijos deben ver y sentir el amor y el respeto que siento por su padre?
¿Me doy cuenta de que casi todo en esta vida puede ser reemplazable menos mi rol como mamá?
¿Qué atributos poseo para que Dios me haya confiado a esos pequeños que antes de haber sido mis hijos fueron, son y serán de Él?
¿Estoy verdaderamente presente en la vida de mis hijos o soy de las que se deja llevar por eso de que a los hijos hay que darles tiempo de calidad sin importar la cantidad?
¿El día de mañana, me gustaría que mis hijos se casaran con una mujer como yo?
Mamás, mujeres modernas, con los hijos hay que estar presentes y en la medida de nuestras posibilidades dedicarles nuestro tiempo.
Nadie pone en duda que tenemos capacidades únicas para hacer todo y de todo y que podemos aportar mucho a la sociedad con nuestros talentos. Sin embargo, lo mejor y más valioso que podemos aportar es dejar hijos bien educados en valores y virtudes, tanto humanas como cristianas y para eso hay que invertir tiempo.
Cuando tú estás presente en la vida de tus hijos les estás haciendo ver que no hay nada más valioso en esta vida para ti que ellos porque uno le dedica su tiempo a aquello a lo que le da valor. Tus hijos lo que aprenderán será amor propio y se sentirán valorados y seguros al sentir que tú estás ahí de manera incondicional.
Recuerda que nacimos a esta vida por un período temporal, pero estamos hechos para la eternidad y tú que tuviste el don de la maternidad debes guiar y acompañar a tus hijos a sacar lo mejor de ellos.
Mamá, nada ni nadie puede suplirte en el hogar. Cualquier trabajo, cualquier puesto en una empresa puede ser reemplazado por alguien más, el tuyo como madre no. Síguete preparando para ser la mejor mamá del mundo y conviértete en el héroe de tus hijos.
En esta vida te podrás arrepentir de muchas cosas menos de haber dedicado el tiempo a tus hijos y de haberles dado la vida.
Pide a Dios que te conceda la perseverancia final para que seas siempre una madre modelo de virtudes y que el día que mueras tus hijos lleguen a decir de ti: “Mamá, te extraño, pero no te necesito porque me dejaste listo para enfrentar la vida sin ti”.
Ser mamá es un trabajo de tiempo completo. Difícil y muy cansado. Sin embargo, no hay otro que sea más gratificante. ¡Somos insustituibles!
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