EL MIENTRAS TANTO...

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“De tanto correr por la vida sin freno/ Me olvidé que la vida se vive un momento/ De tanto querer ser en todo el primero/ Me olvidé de vivir los detalles pequeños”,  canta Julio Iglesias en una de sus canciones sin tiempo. 

El tema citado se titula Me olvidé de vivir; pero bien su hijo Enrique podría reinterpretarlo y rebautizarlo El mientrastanto. Que, con la incorporación de un rapeo con sabor latino, plantearía el mismo interrogante: ¿mientras transito la vida cómo vivo? ¿Mientras marcho a ese objetivo que me propuse, qué hago? Puede ser, por ejemplo,  que uno  planifique recoger cuando cumpla los 70 años los frutos de tantos años de trabajo. Pero, si una vez que se arriba a esa etapa de la vida la realidad que imaginé no es con la que me encuentro: ¿cómo actúo? ¿Canto como Julio que “me olvidé de que la vida se vive un momento”, cuando ese momento es  el presente? Al respecto, recuerdo que un tío de mi esposa siempre comenta que en más de una oportunidad tiene la impresión de que la gente disfruta más los preparativos de un evento que el mismo en sí.  O contempla con pena a ese veraneante que no goza  las vacaciones hasta que no llega a destino. Se olvida de vivir el viaje (el “mientrastanto”). En verdad, ni lo uno ni lo otro.  De vuelta: el único momento que y en que vivimos es el presente. El pasado es una etapa inmodificable y el futuro un escenario incierto.
Escribo estas líneas y pienso en la manera en que Jesús vivió. Puntualmente en el momento de la última cena. Él sabía que su hora se acercaba. La de entregar la vida por todos nosotros. Sin embargo, no se privó de vivir ese momento con sus discípulos. Porque seguro disfrutó muchísimo esa primera eucaristía con los suyos; el compartir el vino y el pan.  Pienso también en la Virgen María y en San José. Ellos sabían que un día su hijo muy amado se marcharía a ocuparse de las cosas de su Padre. Pero no vivieron atados a ese tiempo futuro y gozaron compartir esos treinta años con su hijo.
¿Pero entonces no me preocupo por el futuro? ¿No planifico? No. No se trata de eso. Dios se tomó siete días para La Creación y Jesús se preparó para cuándo llegara su hora. Es más: armó un equipo de trabajo (los discípulos).  La cuestión no es vivir permanentemente en el mañana y dejar ese juego de vajilla para cuando cumplamos los 25 años de casados. O hablar de lo que hay que hablar cuando queda poco tiempo en la alcancía de la vida.
Vivir sin sembrar la discordia. Todo lo contrario. Mejor siendo generadores de espacios de alegría, de encuentro. Disfrutar el estar con el otro. Sea mateando en el patio o tomando un café en la Plaza Mayor de Madrid. 
Que la vida se vive una vez. Que hoy es hoy y mañana Dios dirá.
por Carlos L. Rodriguez Zía

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