Los dones del Espíritu Santo II
El apóstol Pedro nos hace un llamado al compromiso que como cristianos católicos que somos tenemos con Dios al servicio de la comunidad
Cordial y bendecido saludo para todos, hermanos, seguimos caminando en este tiempo Pascual, preparándonos para el Pentecostés, para ello hay que ser conscientes que el Espíritu se manifiesta en la iglesia, que somos cada uno de nosotros, y se manifiesta a través de dones, los cuales son regalos de DIOS y nosotros estamos en la obligación de identificarlos y ponerlos al servicio de los demás, como nos lo plantea el apóstol Pedro en la cita 1 Pedro 4: 10 – 11.
“cada uno, como buen administrador de la multiforme gracia de Dios, ponga al servicio de los demás dones que haya recibido. Quien predica, hable como quien entrega palabras de Dios; el que ejerce algún ministerio haga como quien recibe de Dios ese poder; de modo que en todo sea glorificado Dios por medio de Jesucristo”.
El apóstol Pedro nos hace un llamado al compromiso que como cristianos católicos que somos tenemos con Dios al servicio de la comunidad, de igual manera lo expresa la explicación propuesta en la Biblia de Nuestro Pueblo, Biblia del Peregrino América Latina, cuando dice “ Amor intenso que pasa por alto y perdona la ofensa del otro, hospitalidad sin murmuraciones, moderación y sobriedad, servicio a los demás compartiendo los dones que cada uno ha recibido es la vida alternativa evangélica que propone el discípulo a sus humildes comunidades y que también dirige a la iglesia de hoy con la misma fuerza profética. Son los comportamientos cristianos que hacen de la comunidad de creyentes la “casa de Dios” a la que todos son llamados”.
Hermanos, en el audio anterior les mencionaba que son siete los dones del Espíritu Santo, hablábamos de su clasificación y enfatizábamos en tres de ellos, hoy vamos a clarificar el significado de los otros cuatro, siguiendo el estudio sobre los dones del Espíritu Santo del profesor Gustavo Daniel D´Apice.
- El don de consejo es el que aplica la inspiración divina a la conducta práctica cotidiana. Discierne los casos particulares que se presentan. Resuelve multitud de situaciones. Inspira los medios más oportunos para autogobernarnos y relacionarnos con los demás.
Contrario a este don es la precipitación en el obrar, que no escucha la voz de Dios y pretende resolver las situaciones con la sola luz de la razón natural o la conveniencia del momento.
- El don de piedad es propio de la voluntad, y establece la base del organismo sobrenatural para que actúe la inspiración del Espíritu Santo con relación a Dios, a la familia, a la patria en la que nacimos. Con referencia a Dios, realiza la experiencia de la filiación, sintiéndonos como por connaturalidad hijos de Dios el Padre, hermanos y amigos de Jesús el Señor y esposos fieles del Espíritu Santo que ilumina y guía nuestras vidas.
Por lo tanto otorga un sentimiento de fraternidad universal, solidaridad, y el instinto de compartir los talentos, dones y bienes que el Señor nos dio. Y finalmente el amor a la gran familia patria, aquella en la que nacimos, en donde transcurrió nuestra infancia y nuestra vida, el lugar donde sepultamos a nuestros seres queridos y donde establecemos los lazos sociales de la amistad.
Se opone genéricamente a este don la “impiedad”, o dureza de corazón, para con Dios, para con nuestros padres, nuestra familia, o la indiferencia patria o crítica constante hacia todo ello.
- El don de fortaleza enardece al individuo frente al temor de los peligros. Inspira el superarlos, y da una invencible confianza para vencer las dificultades. Otorga a la persona una energía inquebrantable, principalmente frente a las adversidades que se le quieren imponer, la hace intrépida y valiente para lograr sus objetivos, y hace soportar el dolor y el fracaso con encomiable entusiasmo y jovialidad.
Proporciona también el “heroísmo de las cosas pequeñas”, además, claro está, de las cosas grandes. Se opone a este don la tibieza en las cosas cotidianas, simples y sencillas, el temor o timidez en las cosas a realizar.
- El don de temor (por amor) de Dios, enardece la voluntad y el apetito contra la concupiscencia o los deseos desordenados, y otorga una extraordinaria capacidad para captar la Voluntad de Dios y ser feliz en ella practicándola.
Otorga una sublime experiencia de la grandeza y majestad del Dios Omnipotente y Creador.
No quiere equivocarse en los caminos de Dios (pecar) y se lamenta compungido de las veces en que esto le ha acaecido, y más cuando ha sido ocasión de escándalo (tropiezo) para los demás. Porque Lo ama. Observa los más pequeños y menores detalles para no tener ocasión de ofender a Jesús. Porque Lo ama.
Amigos, pidámosle a Dios que en nuestra vida actuemos siempre buscando cumplir la voluntad del padre, haciendo uso de los dones del Espíritu Santo que Él nos concede en su infinito amor y misericordia, para que así podamos alcanzar la paz verdadera y vivir en una sociedad más justa e igualitaria.
BENDICIONES!!!
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